El Mar Menor es una laguna hipersalina situada en la Región de Murcia, al sureste de España. Al aislarse del Mediterráneo en el Cuaternario, su salinidad aumentó y a la par se desarrolló una fauna acorde a estas condiciones tan particulares. Aparte de su evolución lagunar natural, el Mar Menor se enfrenta a una presión antrópica tan elevada que está poniendo en grave peligro su viabilidad como hogar de numerosas especies.
Uno de los principales problemas a los que se enfrenta este mar somero es la entrada de agua del Mediterráneo (por el canal de Estacio, construcción de origen humano) que ha alterado la salinidad y permitido la entrada de organismos invasores.
Por otro lado, el sustancial incremento de la aportación de nutrientes al Mar Menor a través de las ramblas, el drenaje subsuperficial y el vertido de salmueras, ha empezado a alterar el carácter oligotrófico que siempre han presentado sus aguas a través de una eutrofización si bien muy inicial pero progresiva. Aunque la laguna recibe también vertidos de origen urbano, especialmente en verano debido a la mayor actividad turística, la investigación realizada hasta la fecha apunta a que la entrada de nutrientes de origen urbano supone una fracción casi marginal de la entrada de nutrientes de origen agrícola, que es con mucho la más importante (Martínez y Esteve, 2005).
El proceso de eutrofización se define como un enriquecimiento en nutrientes de un cuerpo de agua que genera un crecimiento masivo de fitoplancton (Thomas y Robert, 2007). Este impide la entrada de la luz solar hasta el fondo, cubierto por praderas submarinas. Las algas de estas praderas no pueden realizar la fotosíntesis y mueren. Los mecanismos de descomposición de estos restos orgánicos consumen oxígeno y llevan al ecosistema a condiciones de anoxia, dando lugar a la proliferación de organismos anaerobios que generan productos tóxicos para las especies endémicas. Además, la poca movilidad de las aguas de este mar dificulta su oxigenación.
Este exceso de nutrientes deriva principalmente de la actividad humana. La contaminación antrópica aporta esencialmente nitrógeno y fósforo, que son factores limitantes de la proliferación de organismos. Provienen principalmente de la escorrentía (las lluvias arrastran por las ramblas los nutrientes) y las aguas residuales.
El poder de autorregulación de los ecosistemas lagunares como es el caso del Mar Menor es mucho menor que el de un mar abierto por lo que corre serios peligros si se continúa utilizando como depósito de los residuos humanos ya que si este aporte no cesa, se entra en un bucle de realimentación positiva que puede llegar a acabar con la fauna y flora.
Sin embargo, como podemos ver en la web de la Consejería de Sanidad de la Región de Murcia (www.carm.es) y en Náyade (Sistema Informativo Nacional de Aguas de Baño) (http://nayade.msssi.es/Splayas/home.html), los análisis de la calidad del agua indican que es apta para el baño pero los veraneantes y locales no están de acuerdo. Durante el verano de 2016 se convocaron algunas manifestaciones exigiendo más controles de agua que de nuevo dieron luz verde al baño, lo que no dejó conforme a los lugareños y turistas. La turbidez de las aguas, la desaparición de peces y algas y la podredumbre de los barros terapéuticos han creado recelo entre los veraneantes, lo que ha afectado al sector turístico en la época más rentable del año.
El principal culpable de esta presión excesiva sobre el entorno es la mala planificación urbanística durante el boom inmobiliario de los años 70 que ha llevado a una sobreexplotacion de este ecosistema de delicado equilibrio.
Como ya sabemos, uno de los principales problemas de nuestro país es la tardanza a la hora de proteger estos pequeños paraísos pues solo se establecen protocolos de protección una vez estos están en peligro. No cuidar este recurso tan valioso que posee la región de Murcia no hace sino condenar al olvido una de las zonas turísticas más importantes de nuestro país. El valor ecológico incalculable ha sido víctima de la expansión humana por lo que es importante crear políticas de actuación realistas, que centren sus esfuerzos en reparar el daño causado y protejan del deterioro en el futuro.
Fotografía de un ejemplar de Phoenicopterus roseus tomada en el Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar. Fuente propia.
BIBLIOGRAFÍA:
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Martínez Fernández, J. y Esteve Selma, M. (2005). Estimación de la contaminación agrícola en el Mar Menor mediante un modelo dinámico. Mediterránea. Serie De Estudios Biológicos, (18), 18-24. http://dx.doi.org/10.14198/mdtrra2005.18.01
Nieto, M. G. (2016). El Mar Menor es un desierto de fango. El País. Recuperado 4 marzo 2017, a partir de http://elpais.com/elpais/2016/11/29/ciencia/1480415993_088103.html
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Smith, R. y Smith, T. (2007). Ecología (6a ed., pp. 546-565). España: Pearson Education.