Superorganismo, lo que deberíamos aprender (I).

Uno de los factores del comportamiento que más ha llamado la atención de científicos, ingenieros e ingenieros informáticos de todo el mundo es la inteligencia colectiva en el reino animal. El primer acercamiento al término de Inteligencia Colectiva fue de la mano de William Morton Wheeler (1991), quien adoptó el concepto de “superorganismo”. Con él se refería a la capacidad observada en los insectos sociales de comportarse como una unidad (Wenseleers, 2009). El “flocking behaviour” en pájaros, la danza comunicativa de las abejas, la construcción de puentes con los propios cuerpos de las hormigas son ejemplos -cuanto menos, asombrosos- del comportamiento animal en base a una inteligencia colectiva. Todos ellos han proporcionado ideas a programadores, matemáticos e ingenieros para llevar a cabo simulaciones informáticas, teoremas, algoritmos y múltiples herramientas que, sin ellas, el avance científico-tecnológico no sería el mismo que hoy conocemos. Existen infinidad de casos en el que la presencia de inteligencia colectiva en el reino animal es llamativa, y a partir de hoy, cada domingo en esta sección se tratarán algunos de ellos, con el fin de sembrar la duda -madre de la ciencia- en los lectores. Sembrar ese «¿y los animales pueden hacer eso, pero nosotros aún, humanos, avanzados social y tecnológicamente hablando, no somos capaces de comunicarnos entre nosotros?».

Sin lugar a dudas, las hormigas son unos de los máximos representantes de este término en la naturaleza. Déborah M. Gordon, autora del “Sabiduría colectiva de las hormigas” en la revista Investigación y Ciencia, ha estudiado a fondo el comportamiento de las hormigas recolectoras y sus interacciones entre ellas; conozcamos un poco más a fondo sobre el tema.

Si observamos el comportamiento de una hormiga aleatoria que encontremos en cualquier lugar del mundo, se la verá torpe e incluso algo perdida, siguiendo movimientos erráticos. Sin embargo, son las grandes arquitectas del suelo por excelencia, capaces de coordinar colonias de millones de individuos. Y todo eso, ¿cómo lo hacen? En nuestras cabezas no cabe cómo grupos tan numerosos de insectos son capaces de coordinarse para conseguir comida, reproducirse, crear su hormiguero y, en fin, sobrevivir como si fueran una sola unidad. Lo primero que se nos viene a la cabeza es la necesaria presencia de un líder, un organismo dominante que, como en otros muchos casos en la naturaleza (por ejemplo, en primates) marque pautas de comportamiento y órdenes en una estricta jerarquía social. Jerarquía social, sí. Órdenes, ninguna en el hormiguero. Se podría pensar que es la hormiga reina el cerebro de toda operación en el conjunto de hormigas, sin embargo, su labor no va más allá de la de poner huevos y aumentar la comunidad. Se trata de un comportamiento colectivo sin ningún tipo de órdenes superiores (como pasa también en los estorninos, en las neuronas, moléculas…).

Y ¿cómo, entonces, pueden tantos pequeños insectos carentes de organización directa sobrevivir en un mundo lleno de depredadores (desmesuradamente mayores que ellos) y con un acceso al alimento que requiere de recolección, exploración del territorio y por lo tanto coordinación?

Tendremos que esperar al domingo que viene para conocer la respuesta.

BIBLIOGRAFÍA

Gordon, Deborah M. (2016) La sabiduría colectiva de las hormigas. Investigación y ciencia, 475, 58-61.

Wenseleers, T. (2009). The uperorganism Revisited. BioScience, 59(8), pp.702-705.

 

 

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