
La recompensa de conservar ejemplares como este en un entorno urbano no se limita a su sombra, su protección contra los vientos o su contribución a la eliminación de la contaminación del aire, sino que nos proporcionan ciertas recompensas emocionales, quizás sensación de estabilidad y permanencia o serenidad. En cualquier caso, contribuyen a incrementar la calidad de vida de sus vecinos y visitantes de una manera difícil de cuantificar.
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