Impulsar las vacunas españolas es una cuestión estratégica nacional. Sería excesivamente optimista creer que la COVID-19 dejará de provocar contagios y muertes por la aplicación de las pocas vacunas existentes actualmente. En verano gran parte de la población estará vacunada, otra parte ya estará inmunizada tras pasar la enfermedad lo que conjuntamente con la biología de la infección, que se atenúa en verano, nos permitirá una tregua. Al menos en el hemisferio norte.
Sin embargo desconocemos qué ocurrirá en otoño del 2021 cuando bajen las temperaturas y el riesgo de una enésima ola pandémica crezca ¿La inmunidad será duradera? ¿Las mutaciones permitirán al virus escapar? Ya estemos inmunizados por haber pasado la enfermedad, o por estar vacunados, estas dos cuestiones no se resolverán sino con el paso del tiempo. Debemos tener más herramientas, más variadas, más novedosas si queremos evitar un colapso de la sanidad, la muerte y las secuelas que deja en tantas personas.
Y los científicos avisamos, los desequilibrios ecológicos, la pobreza, la hiperpoblación y la contaminación son un caldo de cultivo muy fértil para las enfermedades emergentes. La siguiente pandemia puede estar a la vuelta de la esquina ¿5, 10, 20 años? Quizás solo 2… Debemos «armarnos» con nuevas tecnologías vacunales, pero si no restauramos los grandes ecosistemas, reducimos la pobreza, la fertilidad humana y la contaminación, ningún arma podrá protegernos de un cambio global que podría terminar con nuestra propia extinción.
El director del Centro Nacional de Biotecnología, Mario Mellado, considera que la vacuna de la covid-19 que desarrolla el equipo de Luis Enjuanes «tiene una tecnología única que puede dar una respuesta duradera», mientras la de Mariano Esteban genera un cien por cien de protección en modelos de ratón
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